¡Bienvenido de nuevo al blog de PVS!
En el artículo de esta semana hablamos de las heridas y de cómo actuar en los primeros momentos inmediatamente después de hacerse daño. Damos por sentado que sabemos aplicar correctamente tiritas, vendas y gasas, pero ¿es realmente así?
En este blogpost empezamos con los primeros momentos tras la herida y profundizamos en un paso fundamental: la limpieza de la herida. Este paso es crucial y debe realizarse con cuidado y atención.
Para apoyarnos, un artículo leído en band-aid.com.
Tanto si se trata de un pequeño corte como de una herida mayor, lo primero que hay que hacer es comprender la gravedad del problema. No se contempla minimizar el alcance de una herida, sino que es aconsejable observar la herida y comprender cómo actuar en los próximos minutos, para remediar cuanto antes el traumatismo existente y, posteriormente, limpiar y cerrar adecuadamente una herida, iniciando la fase de cicatrización.
Antes de empezar, lávate bien las manos. Normalmente, las manos están llenas de gérmenes, bacterias y suciedad. Por eso es necesario dedicarles el tiempo necesario para lavarlas, incluso ligeramente por encima de las muñecas. Si vas a ocuparte de las heridas de otra persona y no de las tuyas propias, ponte guantes desechables para evitar la transmisión de cualquier infección o bacteria que viaje a través de la sangre.
Comprende la gravedad de la herida. Si la herida sangra, es mucho más importante comprender de dónde procede esa sangre que cuantificar cuánto se está perdiendo. Algunos cortes superficiales pueden sangrar mucho pero ser prácticamente inofensivos, mientras que si se trata del corte de venas o arterias, la situación es grave y debe ser resuelta muy rápidamente por personal médico formado.
Evalúa si hay signos de shock. ¿Muestras tú o la persona a la que estás asistiendo signos de shock, confusión o inconsciencia? Este es otro criterio para evaluar la gravedad de la lesión comunicada.
Comprueba siempre: – cualquier pérdida de consciencia; – sensación de mareo o aturdimiento; – dificultad para mantenerse en pie; – sensación de confusión o falta de atención.
Lo repetimos porque decirlo nunca es suficiente: lávate bien las manos antes de empezar la inspección de la herida, y ponte guantes si la herida en cuestión no es la tuya.
Detén la hemorragia. Durante 5 o 10 minutos, presiona suavemente con una gasa estéril o un paño perfectamente limpio. Si la herida sangra a través del tejido, añade más capas. Eleva la zona de la herida para ralentizar el flujo de la hemorragia.
Limpia la herida. Empieza dejando correr agua sobre la herida durante unos minutos, luego lávala con jabón, pero no extiendas el jabón directamente sobre la herida. Procede extendiendo suavemente el jabón alrededor de la herida, pero nunca sobre ella. Como alternativa, puedes utilizar solución salina estéril PVS. Evita utilizar peróxido de hidrógeno o bolitas de algodón en esta fase, ya que pueden causar irritación.
Elimina cualquier resto. Si ves que hay restos o cuerpos extraños en la herida, limpia unas pinzas con alcohol y úsalas para retirar la suciedad, los trozos de cristal o cualquier otra cosa que veas. Este paso debe hacerse después de limpiar la herida con agua y jabón. Si hay restos grandes en la herida, consulta inmediatamente a un servicio de urgencias y no retires nada.
Seca suavemente. Utiliza un paño seco o una gasa y seca suavemente la piel. No utilices algodón: algunos filamentos pueden quedarse atascados en la herida.
Protege la herida. Ha llegado el momento de proteger la herida de agentes externos, golpes o arañazos. Aplica un esparadrapo estéril o una gasa sobre la herida, sujeta cuidadosamente a la piel con esparadrapo médico. Cambia el apósito al menos una vez al día si se moja o ensucia.
Hay casos en los que, a pesar de la medicación adecuada, es necesario acudir a urgencias lo antes posible. Hazlo si – la herida es muy profunda y está visiblemente abierta; – la herida ha sido causada por un objeto punzante; – hay sospecha de rotura ósea; – la herida es imposible de limpiar o hay un objeto demasiado grande en su interior; – la herida está en la cara, sobre todo si está cerca de los ojos; – la herida ha sido causada por una mordedura; – la herida no cicatriza ni siquiera tras semanas de tratamiento; – las heridas han sido causadas por contacto con metal u óxido y si no te has vacunado contra el tétanos en los últimos cinco años.
En el próximo artículo hablaremos de cómo aplicar perfectamente un esparadrapo: desde elegir el tamaño de la protección hasta asegurar la herida.
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